Miedo a ir al médico

11 de noviembre de 2008

Fuente: YoDona
Ha llegado el otoño, el comienzo del cole y con ellos todas las "itis" (gastroenteritis, bronquitis, conjuntivitis, amigdalitis, etc). Así que las visitas al médico se hacen imprescindibles.
Muchos niños tienen miedo a ir al médico, no sólo por el médico en sí, sino por lo que esta figura lleva asociado: miedo a que los separen de sus padres, miedo a algo desconocido o miedo al dolor. Y si los niños lo pasan mal, los padres no digamos. Ya están temiendo de antemano que llegue ese momento. ¿Qué podemos hacer para que nuestro hijo no lo pase tan mal?
En primer lugar, y aunque parezca obvio hay que ayudar al niño a que se forme una imagen positiva del médico. Por tanto, hay que evitar a toda costa cualquier amenaza que implique al médico o a los hospitales si su hijo no se comporta como tú quieres ("si no comes te llevaré al médico para que te ponga una inyección").
Hay que transmitir una imagen positiva del médico. Debemos hablar de él como si hablásemos de la tía Paca, por lo tanto, no habléis del médico como algo genérico, sino utilizando su nombre de pila. "Vamos a ver a Luis, el doctor. ¿Te acuerdas de él?". No es cualquier doctor, es Luis. Esto ayudará al niño a verlo como alguien cercano. Además, Luis y los demás doctores son muy importantes porque nos ayudan a estar sanos, y si estamos malitos nos pueden curar.
En segundo lugar, hay que distinguir si es una visita rutinaria, una situación de diagnóstico o una visita al hospital que requiere pruebas específicas o una intervención quirúrgica. La ansiedad tanto por parte del niño como de la familia será muy diferente. Normalmente, no se empieza por una operación. Hay toda una serie de pasos previos a realizar. Conviene que, en estos primeros momentos, el niño no asocie siempre dolor a médico. Que pueda disfrutar de alguna visita o revisión en la que no pase nada especial. En cualquier caso será muy conveniente que el niño sepa qué le va a suceder. Habrá que explicárselo de manera sencilla en función de su edad. Por lo tanto, queda prohibido engañar al niño. Poneros en el sitio del niño; si alguien os engaña, aunque luego pidan disculpas, siempre queda un poco de desconfianza.
En niños pequeños con avisarles el día de antes es suficiente, no es cuestión de estar una semana en tensión con lo que va a pasar. Si son un poco mayores (más de 4 años) se puede decir con un poco más de antelación, 2 ó 3 días. Si sabéis que hay alguna prueba que va a ser dolorosa o desagradable no hace falta que entréis en todo lujo de detalles, pero sí es necesario anunciárselo, o por lo menos no le digáis que no le va a doler nada. "Si te pinchan duele un poco, como un pequeño pellizco, pero tú eres muy valiente y mamá estará contigo".
Es necesario que los padres habléis mucho con el niño, que juguéis, que le leáis cuentos sobre el tema. Así de este modo el niño se va familiarizando y además puede dar salida a sus miedos. A veces lo que le preocupa es simplemente que le tengan solo en una habitación, sin dejar pasar a sus padres; otras veces le preocupa que el médico vea sus partes íntimas, y otras veces cosas más importantes como si se va a morir, etc. Es importante que identifiquéis ese miedo, ya que si sabéis qué es lo que le preocupa será más fácil tranquilizarlo. En este sentido, atentos a cuando salgáis de la consulta; en muchas ocasiones es el momento en que se liberan y os cuentan cuál era su preocupación. Os dará pistas para la próxima vez.
Otro aspecto a cuidar es cómo hablamos en general de los médicos. A veces somos muy cuidadosos cuando hablamos del médico del niño, pero no tanto cuando contamos experiencias cercanas o de familiares ("Fíjate ese médico. Es un animal, le dijo que..."). Estaríamos siendo incoherentes. En todas las profesiones hay gente buena y mala, más o menos amables. Vosotros intentaréis buscar lo mejor para vuestro hijo, pero estos comentarios frutos a menudo de un calentón pueden poner a volar la imaginación de los más pequeños y crear miedos innecesarios.
Por último, aunque acudir a los médicos no suele ser muy agradable, si podéis transmitir a vuestros hijos calma y un poco de buen humor seguro que las cosas se ven de otra manera. A ellos les influye mucho vuestro estado de ánimo, así que intentad controlar vuestros miedos y ansiedades.


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Pesadillas y miedos nocturnos

3 de noviembre de 2008

Fuente: Bebés y más
Las angustias que el niño siente durante el día se manifiestan de noche en forma de pesadillas o miedos nocturnos. Las pesadillas son sueños que producen miedo y, por más que queramos, no podemos evitar que las tengan, pero sí podemos brindarles nuestro apoyo y vigilar la información que reciben durante el día.
Las pesadillas aparecen alrededor de los dos años, pero son más habituales entre los tres y los seis. Son sueños largos que ocurren generalmente en el último tercio de la noche. Mientras hay niños que las tienen muy seguido, algunos nunca tienen pesadillas y otros las sufren durante una etapa y luego desaparecen. Normalmente, tienden a disminuir con el paso del tiempo.

Pueden presentarse como consecuencia de un cambio radical en su pequeño mundo, algo que los hace sentir desconcertados como un nuevo bebé en la familia, una mudanza, la separación de los padres, el cambio de colegio, situaciones que les causan inseguridad o alguna circunstancia nueva en su vida que pueda causarle estrés, así lo manifieste de día o no.

Los niños mayores también pueden tener pensamientos de miedo o pesadillas por la noche después de haber oído un cuento que les asustó o haber visto en la tele algo violento que les hubiera perturbado. Monstruos, bichos y otras cosas raras se les aparecen por las noches.
El mejor remedio para las pesadillas y los miedos nocturnos es acudir de inmediato a consolar al niño que se sentirá arropado, se calmará y se dormirá en seguida. Cuanto más demoremos en acudir, se sentirá más asustado al encontrarse sólo en su cama, a oscuras, escuchando su propio llanto y tardará en volver a dormirse. Si el niño llora pero sigue dormido, cálmalo hasta que deje de llorar y se vuelva a dormir pero sin despertarlo. Generalmente, después de una pesadilla, el niño se despierta consciente y es capaz de contar lo que ha soñado. Al día siguiente pregúntale qué ha soñado, tal vez haya algo que le esté preocupando, sobre todo si la misma pesadilla se repite.
Puedes también tomar alguna medida como rutina “protectora” como dejar una luz encendida, rezar una oración o dormir con algún peluche que lo “cuide”.



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