Universidad de Padres

31 de enero de 2009

Universidad de Padres (UP) es un proyecto pedagógico dirigido por José Antonio Marina para colaborar con los padres durante todo el proceso educativo de sus hijos. La idea fundamental de este proyecto es que toda la sociedad debe ayudar en esta tarea.
Universidad de Padres es una iniciativa de la sociedad civil, liderada por Movilización Educativa, sin ninguna relación religiosa o política, y financiada por personas e instituciones privadas cuyos nombres serán públicos.
En el año escolar 2009-2010 se abrirá una única convocatoria de cursos para padres con hijos de 0 a 9 años. Los cursos durarán 10 meses y comenzarán en Octubre del 2009.
El plazo para solicitar una plaza se abrirá el 15 de Mayo de 2009. Todos los detalles de matriculación serán publicados en www.universidaddepadres.es a lo largo del mes de Mayo.
Actualmente hay Foros abiertos muy interesantes para niñ@s de 3 a 6 años. Os dejamos una relación:

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Niños rebeldes: El 'NO' por sistema

16 de enero de 2009

Fuente: Consumer Eroski
Los padres que se enfrentan a la actitud rebelde de sus hijos durante la infancia deben identificarla como una parte más de su desarrollo, y no como un problema. Incluso es beneficioso que lo entiendan como una oportunidad para inculcar los valores educativos que permitirán al pequeño evolucionar, de forma que vaya incorporando las normas de comportamiento en su código de conducta, además de aprender a relacionarse de forma correcta con su entorno. Sin embargo, cuando este comportamiento transgresor y hostil va más allá de la primera infancia (entre los cero y seis años) puede ser un indicador de que algo no funciona como corresponde.
Una vez superada la primera infancia, si un niño mantiene comportamientos rebeldes y desafiantes capaces de alterar el ambiente familiar por su intensidad y frecuencia es posible que esté gestando el Trastorno Negativista Desafiante (TND), que se manifiesta con una rebeldía constante hacia cualquier tipo de norma y autoridad impuesta por un adulto y puede desencadenar en una actitud hostil. Ante esta situación, muchos padres se sienten incapaces de fijar límites razonables a sus hijos al tener que lidiar de manera constante con un niño que se muestra desafiante y no acepta su autoridad.

La desesperación de los padres

Una conducta especialmente transgresora y hostil hacia los padres es interpretada por los psicólogos, en general, como el reflejo de que la maduración del niño no sigue su curso normal. Este Trastorno Negativista Desafiante se asocia a una inmadurez emocional que debería haberse superado en las primeras etapas de la infancia, y provoca que el niño reaccione con comportamientos propios de edades más infantiles porque no es capaz de gestionar sus emociones. Y lo hace de la única forma que sabe: mediante una actitud cargada de rebeldía y contrariedad hacia las normas establecidas, que llega a superar la paciencia de padres y educadores.
Esta postura, que puede mantenerse incluso hasta la adolescencia, disminuye de intensidad en la edad adulta. Pero hay que tener en cuenta que durante la infancia y la adolescencia la actitud de los más jóvenes se caracteriza por un egocentrismo que puede reforzar ciertas conductas contrarias a la autoridad de los adultos. Este egocentrismo puede verse exagerado si la maduración emocional se encuentra estancada, de tal forma que no se asuma la importancia de unas normas de comportamiento comunes a todos que deben ser respetadas, sobre todo cuando supone la obligación de renunciar a los deseos hedonistas inmediatos.
En estos casos, los pequeños responden con ataques de ira e impaciencia que se relacionan con un sentido aún poco desarrollado: la tolerancia a la frustración. Los límites establecidos por los padres se viven como algo inaceptable y, por tanto, el niño desafía a la autoridad para salirse con la suya.
Esta actitud rebelde puede manifestarse de forma hostil con un enfado, gritos o llantos. Pero igualmente desafiante es una actuación pasiva, como no cumplir de manera sistemática con lo establecido, no escuchar los razonamientos del adulto de forma deliberada e, incluso, manifestar quejas recurrentes que sirven de excusa para no cumplir con cualquier sugerencia de los padres.
Del negativismo a la transgresión
Con una actitud tan negativa es más que probable que el ambiente familiar se vea perjudicado. Este comportamiento, por intolerante, puede traspasar los límites de la familia y verse reflejado en la escuela u otros ámbitos y hacer que la conducta negativista afecte a la mayoría de ambientes donde primen unas normas que todos deben cumplir. Es habitual que las situaciones que se generan con un niño desafiante pongan a prueba la paciencia de padres y personas encargadas de la educación. La consecuencia es que desencadenan actitudes negativas con gran facilidad también en los adultos que, por no tener recursos efectivos para que los pequeños sigan las normas establecidas, aplicarán sanciones de forma recurrente, endurecerán su criterio y aumentarán el número y la intensidad de los castigos.
Las constantes disputas se convierten así en rutina, de forma que se genera un círculo en el que las conductas transgresoras y hostiles de los pequeños se refuerzan y automatizan ante la impotencia y desesperación de los padres. Teniendo en cuenta que este trastorno tiene que ver con el desarrollo de la madurez emocional, es importante solicitar lo antes posible la ayuda de un especialista que asesore a los padres en la recuperación del proceso madurativo que corresponde por edad. Así se podrán evitar posibles trastornos de conducta en el futuro y la vida familiar transcurrirá con normalidad.
El Trastorno Negativista Desafiante se relaciona con actitudes que forman parte a su vez de otras alteraciones, como el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDHA). En ambos se observan comportamientos en los que los adultos se sienten incapaces de controlar el comportamiento de sus hijos. El mismo patrón sigue el Trastorno Disocial, relacionado con conductas poco aceptadas, transgresoras y fuera de las normas sociales. En este caso, los individuos, además, son poco empáticos.

Cuando las normas... no están claras

- El Trastorno Negativista Desafiante se da, en la mayoría de los casos, en contextos en los que las normas son difusas y el pequeño no tiene muy claro cuáles tiene que cumplir. Por ello es fundamental que los padres acuerden no sólo los límites que sus hijos deben respetar sino que además tienen que quedar bien claros. La mejor forma de llevarlo a cabo es hacer cumplir con perseverancia las normas que se inculcan y evitar que su aplicación sea inconstante o que los progenitores se contradigan.
- Si los padres consideran que hay que sancionar las conductas negativistas de sus hijos deberán mantener en firme dicha sanción hasta el final y evitar que la actitud rebelde llegue a agotarles y no se acabe cumpliendo lo prometido. De ser así, reforzaría aún más el comportamiento negativista: el niño entendería que transgredir las normas no tiene consecuencias y que, por tanto, puede desafiar la autoridad de los padres. No obstante, esto no quiere decir que el castigo sea una constante, sino que el cumplimiento de aquél que se imponga debe ser real. De lo contrario, los padres -de manera inconsciente- pierden su credibilidad y es entonces cuando los niños entienden que da lo mismo cumplir con las normas establecidas en casa porque al final se salen con la suya.


Cuando las normas...
son demasiado estrictas

- Las familias con normas excesivamente estrictas y sancionadoras, incluso con transgresiones propias de la edad, corren el riesgo de que sus pequeños se nieguen a cumplir de manera continuada los castigos por considerarlos injustos y excesivos. Aunque su actitud rebelde pueda estar más justificada en este caso, es probable que se desarrolle y mantenga una actitud negativa hacia cualquier imposición de los padres sólo por haber automatizado una respuesta negativa a las normas, sin distinguir si son justas o no. Por ello se aconseja que las familias que establecen límites demasiado rígidos eviten sancionar a los niños de forma automática y, sobre todo, que trabajen en reforzar los aspectos positivos de su conducta.

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El juego infantil y los juguetes

9 de enero de 2009

- Los juguetes son un medio o complemento para establecer relaciones y afianzar vínculos entre padres e hijos e hijas, entre hermanos y hermanas.
- No siempre el juguete más sofisticado es el mejor, aunque sea más caro. Es importante que el juguete desarrolle y fomente su creatividad.
- Se ha de tener en cuenta la personalidad del niño y de la niña: si es más bien tímido/a necesita juegos de socialización (diversos jugadores); para un niño/a hiperactivo/a lo adecuado son los juguetes que favorezcan la atención, la percepción y artísticos.
- Adoptar una actitud crítica ante la publicidad de juguetes, ya que no todo lo que nos presentan es apropiado ni cumplen los requisitos mínimos.
- El juguete ha de ser una fuente de diversión, aprendizaje y desarrollo de las capacidades del niño/a.
- Ante la avalancha de videojuegos y similares, no compréis sin comprobar los contenidos, ya que algunos potencian el racismo, la intolerancia y la violencia. Los videojuegos son cada vez más deseados entre niños y adolescentes, pero lo más importante es saberlos utilizar.
- Rechazar los juguetes que fomenten las conductas sexistas, racistas o violentas.
- Aseguraros que el juguete que compráis respeta las normas mínimas de seguridad en cuanto a los materiales con que ha sido fabricado. Además, es aconsejable que tengáis en cuenta que cuanto más pequeño es el niño/a el tamaño del juguete ha de ser mayor. Por otra parte, tanto los colores como los componentes del producto han de ser sólidos y no tóxicos.
- No le saturéis con juguetes: una pauta que tendríais que seguir es facilitarle una media de tres juguetes. Evitad caer en el consumismo. A veces el niño/a aprecia más un juguete artesano, elaborado por él mismo, que un juguete muy sofisticado y al mismo tiempo de un coste elevado. Seria positivo incentivarle para que invente sus propios juegos.
- Regalad libros. Un libro es un buen regalo para que el niño y la niña aprendan a apreciar la lectura y disfruten leyendo. Algunos consejos para facilitar el gusto por la lectura: tened en casa libros con fácil acceso, leed mientras el niño mira la imagen, elegid un tiempo de lectura adaptado a él y que sea él quien marque el ritmo.

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